Si algo hemos aprendido acerca de la cultura maya es su fascinación por la observación de los astros y cómo esto se relacionó directamente con su cosmovisión del mundo. Un ejemplo perfecto de ello es la pirámide de Chichén Itzá, en Yucatán.
Durante el equinoccio de primavera, al caer la tarde, la sombra que proyecta el sol hace que lentamente descienda la sombra de la cara norte de la propia pirámide hasta conecta con la base de la misma donde se encuentra la cabeza de Kukulkán, la Serpiente Emplumada. Para los mayas era la máxima deidad, el Dios-Sol.
Dadas a sus extraordinarias labores de astronomía, los mayas pudieron construir la pirámide de tal forma que durante el equinoccio de primavera y el de otoño se pudiera ver la sombra de la Serpiente Emplumada descendiendo a la tierra. Así quedaba garantizado un nuevo ciclo de bendiciones para la siembra y los habitantes de la ciudad.
Esto sigue causando el asombro de expertos en astronomía y arquitectura dada la precisión de sus cálculos sin contar con herramientas y la tecnología actual (la precisión del calendario maya es tal que sólo diferencia del calendario actual por sólo 6 segundos).
Desde 1988 fue declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad y desde 2007, una de las 7 maravillas del mundo moderno.
Fuente: https://llanodelatorre.com.mx/